lunes, 26 de octubre de 2015

Penumbra

Dícese de la oscuridad densa con jirones de luz.
Dícese de la incertidumbre de atisbar, pero no ver; de creer, pero no saber; de dormir, pero no soñar. 
Dícese de una conciencia enmarañada, hecha un nudo de palabras y convicciones, que no se sabe bien dónde comienza... Pero sí en la idea que termina. Y eso, parece, es todo lo que cuenta.
El pasado no importa, el esfuerzo no interesa, la realidad se desmorona y la amistad se deshilacha.
Y la incansable tejedora que todas las noches revisa su obra, se desilusiona al ver que descosidos y enganchones dan al traste con tamaño esfuerzo... Porque un vestido que se cose en varias noches, se destroza en unos segundos. 
Igual que el entusiasta, y normalmente joven, muchacho que apila cartas para hacer castillos de naipes. Más alto, más grande, más bonito... Y de pronto una carta, una sola carta, a disgusto con su posición, con su lugar en el mundo, con su propia existencia, demoledoramente arrastra a todas las demás con ella. Y el castillo ya no es más que un montón de cartas sueltas.
Las tejedoras de lazos y los arquitectos de naipes son solo personas con buenas intenciones, inocentes e ilusionadas, que creen que muchos colores unidos o muchas cartas equilibradas son más bonitos que las cualidades de cada uno de ellos por separado. 
Luego, las tejedoras de lazos crecen, y terminan zurciendo descosidos, bajos de relaciones, botones de amistades. Y los arquitectos de naipes confeccionan barajas, mezclando con cuidado para que ninguna de ellas esté a disgusto, buscando una Q para una K, y una J que les haga reír.
Pero no penséis que son infelices, no es así. Cuando se encuentran estos seres fantásticos que prefieren la música al melodrama, que disfrutan compartiendo sus ideas llenas de diamantes, terciopelo, corazones y cremalleras... Se forman las ciudades más hermosas, con las viviendas más bonitas, que no cojean de ningún palo; con las gentes más bien vestidas, y con las sábanas de mejores fruncidos para aguantar sus legendarios sueños. Son, en fin, personas creativas y no destructivas, cuyos mundos nacen de la alegría de compartir las ideas, a cada cual más original y única. 
Pero, desgraciadamente, ya no quedan muchos tejedores ni constructores... Y a veces sufren mucho, al ver que no pueden hacer nada para que el mundo se llene de colores, para que la ropa deje de ser gris, para que la arquitectura sea segura y no alocada e imposible... 
A veces, cuando se ven rodeados de oscuridad, se sienten solos... Y solo iluminan tenuemente la negrura, titilando débilmente, como un faro en la tormenta, a la espera de que alguien venga a salvarles del nudo que les ahoga, de la soledad que les oprime, de las ideas duras que los atan.
A veces, es mejor dejar que la penumbra sea oscuridad, y que los colores que luchaban se unan y brillen de nuevo... Donde puedan hacerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario